El sombrero de los tres cachitos: Cuento de Pedro Urdemales

fue a pedir a una cocinería que le prepararan una buena comida para él y varios


EL SOMBRERO DE LOS TRES CACHITOS

Pedro Urdemales se había hecho un sombrero con tres cachitos.

Una vez fue a pedir a una cocinería que le prepararan una buena comida para él y varios amigos. Pagó anticipadamente y convino con el dueño del negocio en que cuando le preguntara por el valor de la comida, le respondiera "tanto es, señor " y se retirara sin hacer juicio de lo que él le contestara.

Llegó en la tarde Pedro Urdemales con sus amigos y comieron y bebieron hasta quedar tiesos; y cuando llegó la hora de irse, llamó Pedro al dueño de la cocinería y le preguntó:"Cuánto le debo, patrón", y el cocinero le respondió: "Veinte pesos, señor"; a lo cual Pedro Urdemales, dando vuelta su sombrero y mostrándole uno de los cachitos, le dijo: "Páselos por este cachito". Entonces el cocinero dijo: "Está bien, señor" hizo un saludo, y sin más se fue.

Al otro día temprano se dirigió a una tienda y compró toda clase de ropa blanca: camisas, calzoncillos, pañuelos de narices y demás. Pagó la cuenta y le hizo al comerciante el mismo encargo que al dueño de la cocinería.

Pedro Urdemales se hizo el encontradizo con sus amigos, anduvo paseando un rato con ellos y después les dijo que lo acompañaran a comprar un poco de ropa blanca, que necesitaba.
Fueron todos juntos y una vez que pidió lo que en la mañana había comprado y pagado y que se lo envolvieron, preguntó cuánto debía:
— Treinta pesos, señor, le dijeron.

— Bueno pues, — contestó Pedro Urdemales dando vuelta su sombrero— páselos por este cachito.

— Está bien, señor — dijo el tendero, hizo un saludo y se fue a atender a otro casero.

A todos los amigos de Urdemales les llamó la atención este modo tan singular de pagar cuentas y le preguntaron que cómo era que con sólo dar vuelta el sombrero y decir "páselos por este cachito" la cuenta quedaba pagada. Pedro les dijo que el sombrero era de virtud y que se lo había traído de un país muy lejano un pariente suyo, que había muerto.

Uno de los amigos, que era rico, le propuso que se lo vendiera; pero él le contestó que era muy caro y que no lo vendería por nada; pero tanto lo majadereó, que al fin se lo vendió por todo el dinero que el amigo llevaba consigo.

Dueño del sombrero este amigo, creyó que iba a hacer lo mismo que Urdemales; pero le salió la gata capada. Convidó a muchos conocidos a comer a un gran restaurante y comieron y bebieron de lo mejor. Cuando le trajeron la cuenta, preguntó sin mirarla:
— ¿Cuánto es?

A lo que el mozo contestó:
— Trescientos pesos, señor.

Entonces dio vuelta su sombrero y señalando una de las puntas le dijo al mozo.

— Pásalos por este cachito.

— Le digo, señor, que son trescientos pesos — repuso el mozo.

— Y yo te digo que los pases por este cachito.

— No se burle de mi, señor; tiene que darme los trescientos pesos, y en la de no, llamo a la policía.

Y fue lo que sucedió, porque como le había dado a Pedro Urdemales todo lo que llevaba consigo por el sombrero, no pudo pagar y tuvo que ir preso.