La televisión /1 El Libro de los Abrazos Eduardo Galeano

Era una piojera de los suburbios, lo más barato que había en Santa Fe y en toda



Era una piojera de los suburbios, lo más barato que había en Santa Fe y en toda la República Argentina, un destartalado galpón que se caía a pedazos, pero Fernando Birri no se perdía ninguna de las películas o ceremonias que se celebraban en la oscuridad de aquel grandioso
templo de su infancia.

En ese cine, el cine Doré, Fernando vio una vez unos episodios sobre los misterios del Antiguo Egipto. Había un faraón, sentado en su trono ante un estanque. Parecía dormido el faraón, pero con un dedo se enroscaba la barba. En eso, abría los ojos y hacía una señal. Entonces el mago del reino pronunciaba un conjuro y las aguas del estanque se alborotaban y se incendiaban. Cuando se apagaban las llamas y se serenaban las aguas, el faraón se inclinaba sobre el estanque. Allí en las aguas transparentes, él veía todo lo que en ese momento estaba
ocurriendo en Egipto y en el mundo.

Medio siglo después, evocando el faraón de su infancia, Fernando tuvo una certeza: aquel estanque mágico, donde se veía todo lo que pasaba lejos, era un televisor.