Detalle de la casa amarilla 1888

Esta calidez cromática parece reflejar un período de felicidad en la vida de Va


El color palpitante y exuberante que emana de la superficie de este lienzo es magnífico. La paleta se limita al azul y el amarillo, dos tonos que desprenden una calidez luminosa. Esta calidez cromática parece reflejar un período de felicidad en la vida de Van Gogh durante su estancia en Arles. Los colores están aplicados en planos uniformes, marcados únicamente por el rastro de las pinceladas del artista. Los edificios amarillos, en particular, están constituidos por capas de color pintadas contra el cielo nocturno. Los dos tonos contrastan de tal manera que uno sugiere el calor del día y el otro la frescura de la noche. Esta combinación tradicional de colores, tratada de una manera tan abiertamente contradictoria, confiere a La casa amarilla acierto carácter alucinatorio. Este detalle de la pintura en concreto incrementa todavía más el efecto producido por esa técnica.

Van Gogh esbozó la casa con bastante esmero. Los postigos verdes y los marcos y cristales de las ventanas están descritos con pinceladas adicionales de color. También se percibe un equilibrio sutil en el uso del verde y el amarillo, tal como lo sugiere la amalgama de los dos tonos en las cortas pinceladas que definen las hojas del árbol ubicado a la izquierda de la imagen.

El hecho de que la pintura contenga un edificio constituye un aspecto poco usual. Van Gogh no se sentía particularmente interesado por la arquitectura, y de ahí que La casa amarilla sea una obra poco característica del artista y de su estilo, pese a lo cual desvela sin duda un aspecto de la historia de su vida.