Como un indiecito se hizo rico: un indiecito muy valeroso e inteligente estaba e

Fue inútil que la solicitara a su padre, pues éste le advirtió repetidas veces q


Un indiecito muy valeroso e inteligente estaba enamorado de una bellísima joven. Fue inútil que la solicitara a su padre, pues éste le advirtió repetidas veces que era demasiado pobre para poder aspirar a poseerla jamás. La joven le tenía afecto y habría aceptado ser su mujer, pero le manifestó que antes tenía que formarse una situación.

Esto lo indujo a recorrer mundo. Se le ofreció trabajo en muchas partes, pero se le quería pagar un salario de hambre, por lo cual rechazó todos los ofrecimientos, y seguía su camino.

Supo finalmente que un campesino rico estaba sufriendo mucho por la pérdida de ganado que le ocasionaban causas ignoradas. Se ofreció para salvarle sus animales e impedir las pérdidas que tenía que experimentar. El rico aceptó, e incluso se declaró dispuesto a pagarle el salario que pedía, que era muy elevado, siempre que cumpliera su cometido.

En primer lugar, se trataba de una considerable pérdida que ocurría en el rebaño de ovejunos: desaparecían muchos animales, y nadie sabía por qué. El indiecito se fue al potrero en que estaban aquellos lanares y trepó a un coihue, en cuyo ramaje se escondió. Observó desde allí todo el día, pero nada le llamó la atención. En la noche, al regresar a casa del patrón, informó a éste que no había ocurrido nada. Al día siguiente, sin embargo, se encontraron muchas ovejas muertas. Ya lo iban a despedir, cuando pidió le dieran otra opción.

Se le ocurrió que tal vez el causante de las pérdidas lo había observado cuando trepó al coihue, por lo cual esta vez regresó al rebaño y se acostó entre los animales, durmiendo con ellos disfrazado de oveja.

Efectivamente, a la luz de la luna pudo observar que salía del agua una serpiente de gran tamaño con cabeza de gato y lengua muy afilada, con uña en la punta. De inmediato, se enteró que se trataba de una Lampalahua. Sabía que está provista de fuertes garras, con las que abre túneles en la tierra, en los que vive. De vez en cuando saca la cabeza a la superficie, ya sea en medio de un potrero, a la entrada a un villorrio o en otras partes, a fin de satisfacer el hambre. Devora entonces lo que encuentre: hombres o animales. Puede también subyugar a sus víctimas con la vista, sin que la resistan. Cuando tiene sed, es capaz de secar todo un arroyo. Es especialmente peligrosa porque la uña de su lengua es venenosa. También suele frecuentar las corrientes de agua. Su nombre proviene del mapuche, en que lampa significa una glándula hinchada (la uña) y lahueñe un lagarto grande.

El indiecito sabía también cómo había que proceder para apoderarse de la víbora: había que tomarla de la lengua y retorcérsela. Así lo hizo: el peligroso reptil se le acercó cautelosamente, arrastrando su pesado cuerpo, y tenía el propósito de clavarle la uña venenosa en el cuello. Repentinamente, el joven estiró el brazo y aprisionó la lengua entre sus fuertes dedos, retorciéndola de inmediato. La serpiente daba vueltas y saltaba, pero el joven la tenía firmemente asida y la hizo revolcarse hasta que se agotaran sus fuerzas y muriera.

Se la llevó entonces al rico, le explicó la causa de las pérdidas que había tenido en su rebaño, ahora ya inexistentes, y le pidió le pagara lo .convenido. El rico le pidió que le explicara cómo se había apoderado de la víbora y, escuchado el relato, le dijo:

 —¡Y quieres todavía plata por tan poco trabajo!

Como el indiecito insistiera en lo concertado, se declaró finalmente dispuesto a pagarle, siempre que matara también a un Zorropillán que estaba robándole todas las gallinas: en su fuero interno estaba convencido de que el joven no sería capaz de hacerlo, de modo que no iba a tener que pagarle nada.

El indiecito meditó un momento: no conocía ningún Zorropillán, pero sí un Zorroculebra (Nirivilu o Ngürüvüu), pero a lo mejor el patrón consideraba a Pillán como un fantasma. Por eso aceptó de inmediato. Le exigió, eso sí, que ya no hubiera ningún pretexto para no pagarle. El patrón así se lo prometió, y llamó al mayordomo como testigo para confirmarlo.

El joven fue en primer lugar al gallinero y juntó todas las plumas que había. Luego se dirigió a la carnicería y compró sebo, con el que se untó todo el cuerpo. Después se revolcó en las plumas, de modo que parecía gallina, y se metió en el gallinero.

Efectivamente, al entrar la noche apareció el Nirivilu a la entrada: era una zorra que tenía el cuerpo inferior igual al de una serpiente. Vive generalmente en el agua, y es irritable y feroz en grado sumo. La cola termina en una uña muy aguda y venenosa. Frecuenta los vados de los ríos y las lagunas, donde ataca a los hombres y animales, envolviéndolos con su cola y matándolos con la uña, pues se alimente de ellos.

El Nirivilu se acercó al indiecito para apoderarse de él, pero éste —que sabía cómo se lo podía vencer— saltó sobre él y lo tomó firmemente de la cola. El animal reconoció de inmediato el peligro en que se encontraba y salió del gallinero, corriendo al río cercano. El indiecito iba, sin embargo, sobre su cuerpo, sin soltar la cola, lo que mermaba mucho la fuerza del Zorroculebra.

Llegó éste al agua y nadó a la otra orilla, pero llevaba siempre al indio a cuestas, quien no soltaba la cola. Trepó al otro lado sobre una roca, sin que el joven se separara de él. Luego llegaron a una cueva, y dentro de ella, el indio le cortó la cola, muriendo el animal en un rincón de la caverna.

La sorpresa del indiecito fue grande, pues encontró en ella todas las gallinas que había perdido el rico y que pudo recuperar.

Regresó alegremente a la casa de su patrón, con la cola de la zorra en la mano.

Esta vez el rico no pudo esquivar el pago. El indiecito lo recibió con gran satisfacción, pues ahora pudo volver a su tierra y solicitar la bella hija de quien se la había negado como mujer cuando era pobre. ¡Pero ahora era rico!